A finales de enero de 2007, José Juan Barea fue nombrado mejor jugador de la semana de la D-League. Unos meses antes, había pasado desapercibido para todas las franquicias durante el Draft de 2006, y buscaba una forma de conseguir una carrera en la NBA, más en concreto en los Dallas Mavericks, la organización que le había dado la que podía ser su única oportunidad.

Han pasado nueve años desde que Barea firmó su primer contrato con los Mavs, y su sueño de disfrutar de una carrera en la NBA ya está cumplido. Ahora su objetivo es otro: terminar su trayectoria deportiva en la misma franquicia en la que la comenzó.

“He disfrutado estando de vuelta, me siento como en casa en Dallas,” dijo Barea una vez terminada la temporada pasada. “Ojalá pueda volver para seguir unos cuantos años y terminar aquí mi carrera.”

Pese al interés de otras franquicias, no hubo problemas para alcanzar un acuerdo de renovación. Ambas partes estaban interesadas en una reunión, y así lo certificaron en los primeros días del mes de julio.

“Nunca he estado más feliz. Cuatro años más con los Dallas Mavericks,” publicó Barea en su cuenta de Instagram después de confirmarse su renovación durante el pasado verano. “Yo quería estar aquí durante mucho tiempo, ellos me querían aquí durante mucho tiempo, así que hicimos que pasara.”

Siempre ha sido evidente que a Rick Carlisle le gusta J.J. Barea. Su llegada al banquillo de Dallas fue cuando empezó a tener un rol fijo, y con el paso de los años le ha mantenido como hombre de confianza para ejecutar su sistema ofensivo. Bajo la tutela de Carlisle, el protagonismo y el rendimiento de Barea fue en aumento año a año. Esa relación de confianza entre ambos culminó con la inserción de Barea en el quinteto titular a partir del cuarto partido de las Finales de 2011. Ese cambio, que acercó a los Mavs a su único anillo y al jugador al mayor contrato de su carrera, que firmaría con Minnesota, tiene un precedente poco recordado, y es que Carlisle ya había introducido a Barea en el quinteto inicial durante la primera ronda de 2009 contra los San Antonio Spurs, sustituyendo en aquella ocasión a Antoine Wright con la idea de contrarrestar los efectos de Tony Parker. No es extraño que Rick tenga predilección por Barea: en las dos ocasiones en las que hizo ese movimiento, le funcionó.

Los Mavericks vivieron algunos de sus mejores años con Barea en el banquillo, y Barea vivió sus mejores años con los Mavericks. Por eso, cuando el boricua negoció una rescisión de contrato con los Minnesota Timberwolves hace un año, el regreso a Dallas, a su casa en la NBA, era lo más lógico para su carrera.

“No podríamos estar más contentos por tener a J.J. de vuelta en el uniforme de los Mavericks,” dijo en aquellas fechas el presidente de operaciones, Donnie Nelson. “Fue un contribuidor clave para traer el campeonato a Dallas. Un jugador con su experiencia y liderazgo será una gran incorporación a nuestro equipo.”

De cara a esta nueva temporada que acaba de comenzar, Rick Carlisle volverá a apoyarse de nuevo en esa experiencia y en ese liderazgo. El pasado jueves, durante la derrota contra los Charlotte Hornets, Barea firmó una actuación sólida como suplente (8 puntos y 6 asistencias en 21 minutos) dentro de un partido discreto del equipo, pero fue suficiente para ver por qué tiene su sitio en la liga y en los Mavs. Al principio del segundo cuarto, J.J. aprovechó la atención defensiva que generó Dirk Nowitzki al ponerle un bloqueo para quedarse solo y anotar un triple. Dos minutos después, sacó una falta en ataque a Jeremy Lin. En la siguiente acción, volvió a jugar el pick and pop con Dirk, en esta ocasión llevándose él a ambos defensores y dejando solo al alemán, a quien asistió para un fácil lanzamiento de media distancia.

Tres jugadas en un único partido que sirven como muestra de las habilidades que han llevado al boricua a labrarse una carrera en la NBA. Lo primero, su inteligencia para jugar el pick and roll, en especial junto a Dirk Nowitzki. De entre todos los bases que han jugado con el de Wuzburg, seguramente Steve Nash, Jason Terry y J.J. Barea hayan sido quienes mejor hayan entendido cómo aprovechar las ventajas que crea. Esa capacidad la completa con un excelente control del cuerpo en el aire, y finalizando cerca del aro con un 53.7 por ciento de acierto a menos de cuatro pies de la canasta (vía Basketball-Reference), porcentaje más que digno para un jugador de su altura.

A esto hay que sumarle su trabajo a la hora de mejorar el control de las pérdidas, un problema que le mantuvo en el banquillo durante sus dos primeras temporadas. En su año sophomore en la NBA, el último en el que Avery Johnson fue entrenador de Dallas, Barea firmó un pobre ratio de 1.66 asistencias por cada pérdida cometida (AST/TO), según NBA.com. Con la llegada de Rick Carlisle, J.J. mejoró en la campaña siguiente a 2.56 asistencias por cada pérdida, y desde entonces ha controlado mejor el balón. En la 2014/15 fue el tercer mejor base de la liga en esa categoría, tan solo por detrás de Chris Paul y Ty Lawson.

Año-Year Equipo-Team Entrenador-Coach AST/TO
2014-2015 DAL Rick Carlisle 3.76
2013-2014 MIN Rick Adelman 2.42
2012-2013 MIN Rick Adelman 2.03
2011-2012 MIN Rick Adelman 2.25
2010-2011 DAL Rick Carlisle 2.33
2009-2010 DAL Rick Carlisle 2.53
2008-2009 DAL Rick Carlisle 2.56
2007-2008 DAL Avery Johnson 1.66
2006-2007 DAL Avery Johnson 1.71

Ratio Asistencia/Pérdida a lo largo de la carrera de J.J. Barea (NBA.com)

En la otra parte de la cancha, la defensa, su baja estatura y corta envergadura le convierten en objetivo para el ataque rival. Nunca ha sido ni será un gran defensor, pero hace todo lo posible con las herramientas que tiene. Y eso básicamente consiste en ser muy molesto para el base contrario, presionando la subida de balón y estando constantemente encima de él. No han sido pocos los jugadores que se han cansado de él, y Barea lo aprovecha para forzar faltas en ataque. En cinco de las últimas siete temporadas, ha estado en el top 10 de faltas en ataque provocadas a los rivales.

A lo largo de todos estos años, Barea ha ido trabajando en las facetas mencionadas mientras mantenía un gran compromiso con la selección de Puerto Rico, con la que ha participado en todas las citas importantes desde 2006 hasta la actualidad, con la excepción de 2009, después de pasar por quirófano debido a una lesión en el hombro. En el último FIBA Americas, disputado el pasado mes de septiembre en México, el puertorriqueño fue uno de los mejores jugadores del torneo, terminando con 20,3 puntos (2º máximo anotador del torneo tras Luis Scola), 6,3 asistencias (líder del torneo) y 3,6 rebotes, con promedios del 50,8 por ciento en tiros de campo y el 48,9 por ciento en triples. La selección entrenada por Rick Pitino finalizó en la quinta posición, y este trabajo durante todo el verano ayudó a que J.J. llegase al training camp de los Mavericks en una de las mejores formas físicas de su vida.

“Hay ocasiones en las que jugar con el equipo nacional puede convertirse en una base realmente buena para la preparación del training camp,” explicó Carlisle al finalizar la temporada pasada. “[Barea] ha sido capaz de absorber grandes cantidades de minutos. Juega mucho durante el verano para su equipo nacional, y con ellos disputa el partido entero. Generalmente tiene un buen motor y buena resistencia, y eso ha sido una bendición para nosotros.”

Con 31 años, y comenzando su novena temporada en la liga, Barea es ya todo un veterano de la competición. No solo eso, sino que también es uno de los jugadores más representativos de la historia reciente de los Dallas Mavericks. El base se coloca ya como 15º miembro de la franquicia en partidos jugados con 397, después de superar en los últimos meses a nombres ilustres como Shawn Marion (361) y Jay Vincent (382). Si la salud le respeta, esta temporada podría superar a Steve Nash (408), Erick Dampier (424) y Josh Howard (431), y aspira a ser uno de los cinco jugadores con más partidos disputados en la historia de la franquicia una vez termine su contrato actual.

Demasiado bajo para la NBA. Un problema defensivo. Capacidades atléticas cuestionables. Expresiones que probablemente estuviesen en los informes de scouting de todas las franquicias que lo dejaron pasar durante el Draft de 2006. Se suponía que con esos puntos negativos no debería haber llegado a ser jugador de la NBA, pero cuando en tu corazón almacenas tanta esencia de luchador como lo hace José Juan Barea, frases como esas se quedan solo en eso. Palabras.

J.J. Barea se siente en Dallas como si fuese su hogar, y como en casa, en ningún sitio.

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